1. Seamos creativos. Aprovechemos la diversidad de frutas
para armar y decorar platos que resulten curiosos y vistosos a los ojos de los
más pequeños. Juguemos con los colores para realizar contrastes, armar arco
iris, dibujar animales o, incluso, invitar a los niños a que ellos mismos creen
las figuras.
2. Pensar nuevas recetas. No siempre el postre debe significar
comer una manzana pelada. Además de platos creativos, podemos preparar platos
que parezcan grandes postres dulces y, en verdad, sean puro nutrientes. Un
ejemplo: colocar puré de manzana en una copa, cubrirlo de merengue azucarado y
decorarlo con virutas de chocolate negro.
3. Aprovechar los jugos. Es más fácil que acepten un jugo
de naranja a que coman la naranja en sí misma. Aprovechemos la situación para
ir combinando, de a poco, el tradicional jugo de naranja con otras frutas.
Algunos ejemplos: uva, piña, manzana, o kiwi. Si les gusta más con un toque de
leche, podemos crear batidos nutritivos a base de frutas.
4. Frutas congeladas. La perdición de la mayoría de los
niños son los dulces y, entre ellos, el chocolate. Una manera de reemplazarlo
es a través de helados frutales. ¿Cómo hacerlos? Preparar una ensalada de fruta
lo más variada posible en ingredientes y con jugo de naranja. Colocar la
ensalada en moldes para helado (preferentemente en palito para los niños) y
llevar al freezer. Si les gustan más cremosos, pueden incorporar yogurt.
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